En medio de su nerviosismo y de la casi insana y arrebatadora alegría que arremete contra él cuando lo tiene enfrente, piensa que jamás se dará cuenta, que es imposible que suceda porque las oportunidades que ha tenido las ha dejado pasar y ahora es un resignado; algo parecido a un paria que cree que su maldición y sus desgracias son temporales.
Quizá en medio de su ignorancia se ha perdido del detalle de que el resto de las estrellas en el cielo le observan y que son testigos de sus movimientos; que le miran, conmovidas, y susurran entre ellas lo funesto que su destino parece ser.
Se olvida del mundo, de su alrededor y hasta de sí mismo, porque sólo importa un pequeño hecho cuando lo ve ahí, de pie y esperándole.
Oh, podría tratar de dejar de lado sus miedos, sus convicciones y cualquier otra teoría que vague por su mente con tal de obtener aquello por lo que muere; podría ser más ambicioso de lo que ha sido en cualquier otro momento de su vida y podría hasta tejer montones de trampas para obtener lo que quiere, pero sabe que, al final, no le pertenecerá nada en absoluto y seguirá igual de vacío que siempre.
Sólo puede aspirar a una cosa y, mientras tanto, parece ser suficiente; pero ¿qué hará el día de mañana cuando las ganas sean muchas y el dolor insoportable? ¿Qué hará cuando el coraje sea tan grande como el deseo de gritarle sus sentimientos? ¿Qué hará cuando la sangre que brote de sus labios cerrados no sea suficiente para mantener sus pensamientos silenciados?
Lo ama. Lo sabe no porque el sufrimiento sea mucho ni porque el deseo de estar a su lado o la atracción consuma cada pequeño trozo de su alma. Simplemente lo sabe y apenas y puede respirar. De verdad lo ama.
Roto
04-09-2009
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