sábado, 17 de enero de 2009

Innecesario

...Y él se angustia, se deja llevar por pensamientos trágicos y espantosos acerca de la única realidad que le importa y que le acomete de tal forma que su sueño es robado por hoy como lo fue en otras tantas infinitas noches.

Ah... pero cuando aquél llega, es como si nada malo sucediera, como si nada le afectase.

Lo ve sonreír y él muere de las ganas de decirle que lo ama, pero quizá si se atreviera a abrirse un poco ante esa persona lo único que seguramente llegaría a decirle sería: "Eres alguien a quien nunca olvidaré".

Y cuando lo ve bostezar, sus ánimos caen al piso junto a su autoestima, porque vuelve a pensar que alguien como él, débil y neurótico, no debería siquiera aspirar a estar a su lado para siempre; no lo merece. Entonces, piensa en esas palabras y regresa a la misma pregunta que se hace casi a diario y que, lejos de responder, se dedica a evadir: ¿Por cuánto tiempo podrá seguir así?

Ya habían pasado casi cinco años desde que le conocía... ¿seguiría del mismo modo por otros cinco más? ¿Tal vez rompería récord y pasaría una década entera?

No. A esas alturas sentía claramente que el límite estaba muy cerca...

Y él llega y con pequeños gestos, cosas sin importancia, detalles en cualquier relación amistosa, le hace imaginar por un instante un escenario en donde hay un final hermoso y brillante. Pero lo que le regresa a los verdaderos hechos es su amargada consciencia repitiéndole "Dijiste que te habías dado por vencido", y no puede negar que ella está en lo cierto: No es lo suficientemente fuerte para soportar su rechazo y aun así insistirle hasta hacerle ver que merece una oportunidad, que tal vez es con él con quien encontrará la felicidad.

Lo sabe. Un día se van a separar y temerá llamarle por teléfono de forma esporádica. Se conoce, le dolerá escucharlo y saberlo lejos; pero lo que verdaderamente le romperá el corazón será el día en que le presente a su nueva pareja, porque sabrá que esa persona será todo lo que él no es...

Sabe que debe alejarse ya, antes de que todo duela más; que si no quiere recluirse en la soledad que habia conocido antes de que él llegara debe marcharse y así empezar a ser dependiente de él, de sus brillantes y alegres sonrisas, de su tranquila forma de ser, de su conmovedora mirada ámbar... debe irse desprendiendo de esa alegría que siente sólo de verlo, porque un día ya no le pertenecerá únicamente a él. Un día seguirá siendo importante para la vida del otro, pero no del mismo modo en que lo es ahora y sabe que no podrá soportarlo. Podría terminar cometiendo una locura más grande que las que ha hecho ya.

Y sin embargo, le es difícil el sólo pensar en irse porque él es su capricho, es lo que le inspira, lo que le da más alegrías de las que puede contar y muchas más tristezas y corajes de las que hubiera podido imaginar. Él es, con toda seguridad, su gran amor. Uno que tal vez nunca confesará, uno al que siempre responderá si aquél le necesita, sin importar la hora o el lugar, uno que siempre le hará llorar de desesperación y reír de pensar las atrocidades que está dispuesto a cometer por protegerlo, por verle feliz. Y uno que es espantosamente egoísta al mismo tiempo, porque no quiere que le arrebaten su atención y quiere pelear porque eso no suceda; pero... por mucho que lo quiera, lo desee o lo suplique, no lo volverá a hacer.

Esta noche, como tantas otras, humillado y con la cordura escapándose en pensamientos e ideas de arrepentimientos y lamentaciones, rogará porque pronto llegue el día en que pueda separarse de él lo suficiente para poder irse lejos sin mirar atrás y no volver ni saber nada del mundo que conoció a su lado y que, sin duda, le será arrebatado cuando el inexorable fin llegue y deba dar por muertas sus esperanzas.

El día en que por fin deba hacerlo, se dejará llevar por su orgullo y se engañará pensando "Jamás me hubiera logrado comprender"; y aun si llora, tratará de tragarse la mentira de que son lágrimas de felicidad, porque por fin irá a cumplir sus sueños; y si por alguna absurda razón él se aparece ahí y le pregunta por qué no habló, disimulará su voz entrecortada con la tos y le dirá "No creí necesario decírtelo, no es como si me fuera a ir para siempre", y, sádico, se regocijará de ver su mirada molesta; incluso puede que ría internamente diciéndose "Tonto... si supieras lo que pienso hacer". Y en cuanto suba al avión cerrará los ojos y perderá los últimos cinco grados de cordura restantes para destrozar su psiquis e inventarse una nueva vida en donde su gran amor jamás existió ni existe ni existirá...

No quiere pensar cómo sería todo si él supiera toda la verdad porque eso sólo sería brindar más tormentos a su larga cadena de sufrimientos, y en lo único en lo que quiere y se siente capaz de creer ahora es que todo lo anterior es lo mejor que puede hacer por ambos...

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