El olor a hierba fresca y rosas inunda sus fosas nasales, dándole una sensación de serenidad que hace mucho no sentía. Sólo por eso no prenderá un cigarrillo hoy.
Lo desconcierta la serpiente que aguarda a su derecha, totalmente enroscada y con toda su figura resplandeciendo por el toque de la luna sobre su extravagante piel. Ésta saca una y otra vez la lengua, a veces le parece que es como si ésta le hablara, pero en cuanto recuerda que él es un humano y la de a lado un animal, se siente loco.
– Ciertamente no quiero parecerte irrespetuoso, pero es mucho lo que hablas y nada lo que te entiendo –susurró, sonriendo de lado.
La serpiente ni se inmutó, era evidente que no le importaba. Es más, siguió hablando.
– Qué poco respeto tienes por lo que siento –murmuró él, sacudiendo ligeramente la cabeza.
Ella siguió hablando.
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